PASEN Y VEAN EL ESPECTÁCULO MÁS GRANDE DEL MUNDO

PASEN Y VEAN EL ESPECTÁCULO MÁS GRANDE DEL MUNDO

23 de Octubre de 2008
Por: Ángeles Santana

Son pocos los que estando en un circo pueden mirar hacia abajo mientras los demás miran hacia arriba. Ellos son los buenos funambulistas, esos que al mirar hacia abajo no pierden el equilibrio ni les invade el miedo a la caída.

Mi madre solía decirme desde muy pequeña, mientras me peinaba con dos grandes coletas, que yo había nacido con el circo y la altura en la sangre, y yo la creía… Éramos una familia de funambulistas. Nuestro número principal era atravesar la cuerda floja sin red. Así había muerto mi padre hacía cinco años, y aun así mi familia había seguido con la tradición de “el número más peligroso en el mundo”. Por entonces yo seguía creyendo a mi madre cuando me decía que si cada día subía la altura de la cuerda un poco más, llegaría el momento en que podría caminar sobre el infinito.

Mamá intentaba enseñarme las artes del buen funambulista. Siempre me decía que no debía mirar hacia abajo porque perdería el equilibrio. “Mira hacia arriba, concéntrate en los colores de la carpa, no mires abajo”, me explicaba. Pero yo no hacía más que caer en la red una y otra vez, hasta que mamá se cansó de enseñarme y me dio por perdida. Creo que nunca se dio cuenta de que yo era demasiado pequeña para cargar con una pértiga tan pesada como la suya, que era con la que ensayábamos, y que a mí se me antojaba de plomo. Un día , en una mala caída, la pértiga me cayó encima y me hizo una brecha profunda en la frente. Fue así como mi vida terminó con sus huesos en el suelo. Trabajar en el circo a veces implica convertirse en lo que uno puede ser sin que el miedo lo desintegre. El miedo a la caída rompió mi deseo y mi capacidad de llegar más alto, y fue por eso por lo que terminé haciendo de payaso triste en un número nada peligroso. Mi vida transcurría de forma segura tras la sonrisa invertida.

Un día mi amiga y compañera payasa La Señorita Mindy me miró a los ojos y me preguntó: “tu trabajo de payaso no te satisface, ¿verdad?”. No supe qué decirle. Hasta ese momento yo ni me lo había planteado, había aceptado de buen grado ser payaso triste sólo por no tener que seguir cargando la pesada pértiga de plomo y cayendo en la red sin remedio. Pero realmente mi trabajo como payaso nunca había sido emocionante, jamás sentí merecer los aplausos del público. Y fue por eso que le contesté a La Señorita Mindy con un no rotundo sin pensarlo dos veces. Ella continuó diciendo “Es que así como yo nací para payasa tú naciste para funambulista”. No quería oírlo, ¿funambulista yo?, si apenas me había mantenido en la cuerda floja unos pocos segundos antes de caer… No, jamás aceptaría aquella desdicha de querer ser sin poder serlo... Yo no sabía en ese momento que La Señorita Mindy se había empeñado en ayudarme. Me propuso que ensayara en la cuerda con su ayuda. Ella no sabía caminar en mi cuerda, pero sabía cómo debía hacer para mantenerme y no caerme, había trabajado en muchos circos y conocía las artes de cada número. Fue así como comencé a trabajar con ella, a escondidas de mi madre para que no se sintiera rechazada ante la decisión de su hija de no seguir sus indicaciones.

“Ante todo necesitas una pértiga a tu medida, de madera y con el peso justo. No mires hacia arriba ni hacia abajo, mira de frente, al horizonte, y así podrás mantener mejor el equilibrio. Y no pienses en la caída, sabes que aquí abajo estamos la red y yo para ayudarte.”
Aquellas enseñanzas de la Señorita Mindy eran nuevas para mí, y significaron el descubrimiento de mi capacidad para mantener el equilibrio. Con el tiempo fui capaz de mirar hacia todos los lados mientras me paseaba en la cuerda floja ya sin ningún tipo de miedo. Así, tras mucho ensayo estuve preparada para enseñarle a mi madre mis nuevos conocimientos. Mi madre se quedó maravillada. “Hija mía, con lo que he sufrido contigo para enseñarte, ¿cómo has aprendido a andar sobre la cuerda de esta forma?”. Le expliqué cómo había sido y a mi madre le brotó una lágrima en cada ojo…

El espectáculo más grande del mundo es el momento en el que aprendemos a caminar sin miedo a caer, y es sólo entonces cuando soltamos la mano de quien nos sostiene.

Al fin ¡¡¡¡
Se puede, viste? Hay otras maneras de caminar incluso en la cuerda floja.
Una vez se sabe ya no queda otra que mirar al frente, cargando los miedos -porque estos viene detrás como de si nuestra sombra se tratase -, y poner el primer pié.

Si la señorita Mindy hubiera sido psicóloga te habría dicho que tenías un trauma por la muerte de tu padre y que la lealtad a él te bloqueaba el deseo de ser funambulista porque, si lo eras, tendrías que morir como él para no correr el riesgo de ser mejor funambulista.
Si la señorita Mindy hubiera sido bailarina.... te habría enseñado a mantener el equilibrio sintiéndote un ave hermosa sobre las cuerdas
De cualquier forma, recuerda que puedes soltar la mano y estar igual tan cerca y que si tienes las manos libres puedes darle sustento a cualquier payaso-funambulista que te necesite.

Mil besos

Paula

Gracias Paula, me alegro de que te guste el cuento, ¡es todo para ti!.
Ejem... Y por pedir, ¿podría pedir que la Señorita Mindy fuera psicóloga y bailarina?. Sería estupendo... Es estupendo.

Muchos besos.